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sábado, 3 de diciembre de 2011

Breve historia del SIDA (Parte I)


Hasta los años 70, existían enfermedades de transmisión sexual que podían curarse con tratamiento médico. Muchos gays incluso bromeaban sobre ello, hasta encontraban parejas en los hospitales. Pero en 1981, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) publicó un informe sobre un síndrome desconocido que afectaba a los gays jóvenes, causando ya diversas víctimas.

Los jóvenes morían muy pronto, cosa que provocó la aparición del miedo a la pandemia. Primero se llamó a la enfermedad Síndrome de Inmunodeficiencia Relacionada con los Gays (GRID), pero después se cambió por Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), ya que supone la alteración del sistema inmunitario como consecuencia de la acción del virus VIH y, por lo tanto, la aparición de una o diversas enfermedades.

La enfermedad es un problema de salud importante, por su trascendencia sanitaria, pero también por su repercusión social. De hecho, los homosexuales se preocuparon por si esto supondría un duro golpe a su estilo de vida, pero la Iglesia lo vio como un castigo de Dios al colectivo LGTB por su vida en pecado. De hecho, muchas personas conservadoras siguen manteniendo esa tesis, como se puede ver en esta noticia del año pasado.

Posteriormente se descubrió que no era una enfermedad homosexual, ya que, en primer lugar, se transmite por sangre (primero se descubrió que se había transmitido sangre contaminada en transplantes de órganos y tejidos, pero des de 1986 se ha llevado a cabo un riguroso control sanitario para evitarlo), de modo que muchos heroinómanos se infectaron del virus. El riesgo de infección por compartir agujas y otros objetos usados en drogas inyectadas es muy alto.

En segundo lugar, se descubrió la transmisión sexual del virus. No solo en relaciones homosexuales, se puede transmitir en relaciones heterosexuales, de hombre a mujer y de mujer a hombre. De ahí la importancia de los preservativos y de la prevención. La información es fundamental para evitar situaciones de riesgo y sin protección.

Y, finalmente, la transmisión también se puede llevar a cabo de madre a hijo, cuando la mujer embarazada está infectada por el VIH. La probabilidad que se produzca es entre un 20 y un 25% en el embarazo, el parto y la lactancia materna.

Por lo tanto, hay que ir obviando los mitos falsos, que ya aparecieron en los años 80 y muchos duran hasta la actualidad por la ignorancia y el miedo. Así pues, no pasa nada si se comparten vasos, ir a baños públicos, compartir cepillos de dientes (cosa que no se recomienda más bien por cuestiones de higiene), por un apretón de manos, picaduras de insectos, abrazarse o besarse.

 

Fuente:
- "Per un futur sense SIDA. No te'n desentenguis" del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya
- "Gays y lesbianas. Vida y cultura. Un legado universal" de Robert Aldrichv (ed.)

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